valdecir dos santos
Valdecir Dos Santos nació en 05/06/1960 Guarani d’Oeste / São Paulo, Brasil, pero hace 29 años vive en Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Él está casado tiene dos hijos. Valdecir creció en una familia católica, sus padres muy religiosos siempre estaban presentes todos los fines de semana en la Celebración Eucarística. Él siempre iba en la misa, pero como una obligación y no porque entendía. El despertar a Cristo Finalmente a comienzos de junio de 2008, él frecuentaba una academia de gimnasia tres veces a la semana, y siempre comprime a este alegre señor (Bob), Valdecir admira la felicidad de este señor, hasta que un día pasando cerca de Bob hablé que estaba con un dolor y el dolor era hernia. Bob preguntó que creía que Jesús te cura, él responde sí, en medio de la academia Bob estaba haciendo oración, y yo sentía algo en mi vida que nunca había sentido antes, fue el Espíritu Santo que estaba tomando cuenta de todo mi ser y en aquel el momento fue curado.
Al día siguiente le dije a Bob que estaba curado y quería saber el nombre de la iglesia donde frecuentaba que quería dar mi testimonio. Fue cuando fui con mi esposa en esta iglesia muy especial Santo Rosario (Holy Rosary) en la ciudad de Winthrop, Massachusetts. Y desde entonces he frecuentado esta comunidad y el parroco y muy especial.
A partir de julio de 2008 usted tocó en mi corazón para que yo pudiera interceder a los enfermos y liberaciones y entonces empecé a hacer oraciones a las personas por teléfono con miles de milagros en el nombre de Jesús. Ya ha visitado casi todo el Brasil por telefone.Também pasado predicando en Brasil desea Predicaré en su comunidad o en otros países de contacto Valdecir Dos Santos www.sojesuscura.com gracias.
mi familia
"Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." Juan 14.13
¿A quién debemos invocar en la oración? El mismo Señor Jesús nos dijo claramente que debemos orar al Padre en su nombre. Por eso Él continuamente apuntaba al Padre. Dios es el blanco, el Hijo es el camino que nos conduce hacia ese objetivo. Este, por cierto, fue el blanco de los sufrimientos del Señor Jesús: "Pues también Cristo murió, una sola vez, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios." ¿No deberíamos nosotros también caminar ese camino? ¡No hay otro camino! ¡Sólo por la sangre de Jesús tendremos la osadía para entrar en el Santo de los Santos, hasta la presencia de Dios! Y Jesús nos enseña a orar: "Padre nuestro que estás en los cielos ..." Pablo también nos muestra ese camino: "... doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo." Pero también confesamos que Jesús es el Señor. Nos cubrimos de él y esperamos su venida. La gracia de Dios nos ha sido otorgada en Jesucristo. Por eso también podemos orar directamente al Señor Jesucristo. Él mismo dice: "... quien me ve a mí, ve al que me envió."
No busque solamente la curación física, porque Jesús quiere la curación de su alma
"Venid", dice Cristo a sus discípulos, y aprended de Mí, no ciertamente expulsando a los demonios por el poder del cielo, ni a curar a los leprosos, ni a dar luz a los ciegos, ni a reanimar a los muertos, pero, dice Él, aprended de Yo, porque soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 28-29). Aquí está, lo que todos pueden aprender y practicar. La revelación y los milagros no siempre es necesario, ni ventajoso para todos, y tampoco es concedido a todos. Pues la humildad es la maestra de todas las virtudes, el fundamento inquebrantable del edificio celestial, el don propio y magnífico del Salvador. El que lo posee podrá hacer, sin peligro de causar extrañeza, todos los milagros que Cristo ha operado, porque busca imitar al Señor manso, no en la sublimidad de sus prodigios, sino en la virtud de la paciencia y la humildad. En cambio, quien se siente impaciente por imponerse a los espíritus impuros, por dar salud a los enfermos, por mostrar a las multitud señales maravillosas, bien puede invocar el nombre de Cristo en medio de toda su ostentación; pero ese es extraño a Cristo, porque su alma orgullosa no sigue al maestro de la humildad. He aquí el legado que el Señor dejó a sus discípulos en su regreso al Padre: Os doy un nuevo mandamiento: que os améis unos a otros; que os améis unos a otros como yo os he amado; y añade de inmediato: Por eso todos conocerán que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros (Jn 13,34-35).